La combustión que generan fábricas, automóviles y muchas actividades humanas, incrementan el dióxido de carbono que ejerce diversos efectos sobre nuestro planeta, por ejemplo el cambio climático. Además, el acrecentamiento, de las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono (CO2), se acumula también en los océanos, aumentando considerablemente su acidificación. Los científicos han demostrado que la quema de petróleo, carbón o gas, transforma rápidamente la composición química de los océanos, el agua se vuelve más ácida, afectando la vida marina, peligrando los valiosos ecosistemas marinos.
El dióxido de carbono en contacto con el agua forma el ácido carbónico, ácido que en altas concentraciones pone en riesgo los caparazones o esqueletos de la fauna marina. Las especies más afectadas son los moluscos, corales, langostas cangrejos, mejillones, o peces, peligrando la biodiversidad en el océano.